Invasores del norte by Alex Rutherford

Invasores del norte by Alex Rutherford

autor:Alex Rutherford [Rutherford, Alex]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2009-01-01T00:00:00+00:00


Capítulo 14

Tocado por la fortuna

—Me habéis seguido lejos de vuestros hogares, desafiando el peligro y las privaciones, por lealtad a mi persona y por vuestro odio a nuestro enemigo mortal, los bárbaros uzbekos. Os he conducido por altas montañas y desfiladeros helados. Nuestros cuerpos se calentaron unos a otros por las noches mientras los vientos intentaban echarnos en el olvido. Compartimos la comida exigua en condiciones de igualdad. Nunca antes, en los nueve años que han pasado desde que me convertí en rey, he estado más orgulloso. Seréis pocos en número, pero tenéis el espíritu del tigre. —Los ojos verdes de Babur centellearon cuando recorrió con la mirada el círculo de rostros que tenía delante. Sus guerreros eran tan pocos que conocía a cada uno por el nombre, sabía cuál era su clan y de dónde provenían sus cicatrices. Había dicho la verdad. Estaba orgulloso de su pequeño ejército harapiento—. Pronto estaré en condiciones de recompensar vuestra devoción. El primo de mi padre, el rey de Kabul, ha muerto. Tanto por respeto a mi linaje real y a la reputación que, con vuestra ayuda, me he construido como líder valeroso e indomable, el pueblo de Kabul me ha elegido como su nuevo soberano, si me presento allí. Y lo haré, incluso si tengo que hacerlo solo. Pero sé que confiaréis en mí una vez más y me acompañaréis. Pero, más que esto, ¿mandaréis el recado a vuestros pueblos para que otros hombres se unan a nosotros, compartan nuestra buena fortuna y cumplamos así el destino que nos pertenece por derecho de nacimiento? —Babur alzó los brazos, como si ya estuviera celebrando un gran triunfo.

Una poderosa ovación surgió de todos los rincones. ¿Quién habría pensado que unas pocas docenas de voces podían provocar semejante algarabía? Babur miró a Baburi, a Kasim y a Baisangar, que estaban a su lado y gritaban junto a los demás. Una nueva energía se estaba despertando dentro de él.

* * *

Un mes más tarde, Babur estaba en su tienda, con las batientes abiertas al sol y a la brisa limpia y cálida. La noticia de que se habían vuelto las tornas había viajado rápido, como había deseado. La partida andrajosa que había sacado de Ferganá ahora sumaba más de cuatro mil guerreros, desde los nómades mogoles, cuyos jefes llevaban el tug, el estandarte de pelos de cola de yak, durante la batalla, a los líderes timúridas desplazados por Shaibani Jan. No era lo bastante ingenuo como para creer que la mayoría de ellos sintiera una gran lealtad hacia él o su causa: estaban allí por la recompensa, pero la buena disposición para emprender un viaje tan largo y azaroso era muestra de que tenían confianza en que iba a tener éxito. Su reputación había hablado por él.

Babur ya le había dado buen uso al oro que el embajador le había dado de parte del Consejo Real de Kabul: había comprado armas, recios caballos, rebaños de ovejas gordas y tiendas de pellejo flexible forradas de fieltro que mantenían a raya las corrientes de aire.



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